sábado, 19 de octubre de 2013

The Lighthouse


El edificio se levantaba sobre las rocas como si fuera parte de la superficie rocosa. El conjunto de piedras se alzaba hacia arriba y termina en una cúpula, que empezaba a iluminar el mar, sobre el cielo rojo y violáceo  del atardecer. En el faro se veían algunas ventanas pero solamente en la puerta del balcón se divisaba una luz que provenía del interior. Estaba anocheciendo y la persona que se ocupaba del faro debía haber encendido la luz hace poco tiempo. Aunque el mar estaba tranquilo y no se veía barco alguno…
Cuando llegue al comienzo de las rocas empecé a escalar. Subí con facilidad por entre las piedras, que no tenían demasiada altura, hasta que llegue al faro. Camine alrededor del edificio hasta que encontré la puerta. Estaba abierta, así que entre. Mire hacia arriba y vi una escalera en forma de caracol que rodeaba las paredes, en forma de cilindro. Se extendía hasta un punto donde solo se veía una luz. Las ventanas dejaban entrar los rayos del atardecer e iluminaban un poco el camino por las escaleras

Comencé a subir por los peldaños de piedra, pensado a quien me encontraría al llegar hasta arriba. «Al maquinista seguro, que vino a encender el faro» pensé, pero algo me decía que me iba a encontrar con alguien distinto. De todos modos, no tenía muchas esperanzas.
Cuando alcance la ultima ventana me detuve. El sol ya tocaba el horizonte, se sumergía en las aguas del mar. Las olas habían comenzado a romper contra las rocas y producían un sonido suave y tranquilizante. La marea estaba subiendo y el mar había comenzado a tapar algunas rocas. La luna llena se veía,  más arriba, casi transparente.
Cuando termine de subir encontré una puerta de madera, cerrada. Abrí la puerta y se escucho un leve rechinido. Dentro estaba una mujer que miraba por una gran ventana, en dirección hacia el mar. Cuando escucho que abrí la puerta, se dio vuelta. Era hermosa. Tenía el cabello rojo, como el atardecer que acababa de ver y sus ojos… sus ojos eran de un color verde, que me atraparon desde el principio.
-Perdón… no te escuche subir… ¿Quién eres? –dijo
-Me llamo Mirek, pero me llaman Mirk. Solo pasaba por aquí… vi el faro a lo lejos y pensé que había alguien… ¿Tu cómo te llamas?
-Mi nombre es Ferwell… pero me dicen Fer. ¿Qué buscabas por aquí, Mirk?
-No… es solo que… -estaba nervioso. « ¿No le vas a contar toda la historia, o si?»- Hace cinco días que estoy andando con mi yegua. Se nos acabo el agua y no hay más que mar. También nos quedamos sin comida
-¿Vienes con alguien?- dijo Ferwell mirando por detrás mío
-Eh… ¡No! –Solté una risa- Es que yo me refería a mi yegua
- Ahh… -me miro medio extrañada- si quieres acá tengo un poco de vino y tenía pensado cocinar un conejo… si me ayudas te puedo dar un poco.

Ya había oscurecido completamente y la luna se reflejaba en las aguas tranquilas, cuando terminamos de comer. A lo lejos se veía una figura que se acercaba, pero no se distinguía bien. Tampoco le dimos mucha importancia. Habíamos estado un tiempo en silencio mirando hacia donde iluminaba la luz del faro.
-Yo ya te conté de donde vengo y como llegue- se me ocurrió decirle- Ahora te toca a ti contarme. ¿Qué hace una mujer tan bella aquí?
-¡Ay!- se sonrojo- Mi padre vive cerca de aquí y cada tanto me deja venir a encargarme del faro. Me quedo aquí toda la noche mirando a ver si viene algún barco. Mira, por ejemplo allá- señalo un punto en el gran océano- es un barco que se viene a pasar por aquí. Yo me encargo de que el faro funcione bien y de ver las velas de los barcos… aunque esta noche es tranquila y no hay viento.
-¿Y tu padre no dice nada sobre que vengas aquí y te quedes toda la noche sola?-  le pregunte mientras miraba el barco que se veía cada vez mas grande. Era gigante y avanzaba con las velas plegadas.
-¡Claro que sí! Nunca queda contento con que venga aquí sola. Pero tarde o temprano lo termino convenciendo. Este es mi lugar en el mundo –me hablaba como si estuviese enamorada de sus propias palabras- El sonido de las olas al chocar con las piedras, de vez en cuando una brisa de aire fresco,  el sonido de los barcos al balancearse cuando pasan…
-Te entiendo- le respondí con una sonrisa

El barco se podía ver ya perfectamente. Habían levantado los remos

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