sábado, 29 de noviembre de 2014

The Boat [TLH (3)]


El agua se movía formado grandes olas, sobre mi rostro. Me encontraba en la proa, mirado hacia el mar donde la tormenta ya había comenzado esa noche, más temprano. Quizás ni siquiera me ataron con unas cuerdas las manos porque pensaron que soy débil y estúpido.  De todos modos, es mejor para mí.

No habían querido decirme nada, simplemente me dejaron aquí fuera. Durante el ese día vomite dos veces por el movimiento del barco, provocado por las grandes olas que preveían la tormenta. Todo el tiempo hubo alguien fuera, pero no parecía que les interesara vigilarme. Es más, en ese momento, ya de noche, de madrugada, no había nadie: estaba yo solo.

Por un lado pensaba que quizás hayamos llegado tan lejos con el barco que ellos piensan que aunque pueda escapar no llegare muy lejos. Pero por otro lado tal vez no les interese para nada, puede ser que solo me haya traído con ellos para divertirse viéndome empapado y, en algún momento llorando. Esto era lo más probable, ya que no había hecho nada como para que quieran algo de mi (ni siquiera llegue a resistirme, cuando desperté estaba atado).

Durante el día intente distraerme solo con mis pensamientos, que giraban en torno al día anterior y a Ferwell. Me habían arrastrado de aquel lugar con todas las cosas que ella guardaba en aquel faro, solamente con la seguridad de que no le habían hecho nada y seguía durmiendo. Aun así, no dejaba de preocuparme: seguramente se iba a desesperar cuando vea que desaparecieron todas sus cosas y lo más probable es que piense que me fui y robe todas sus cosas, esa era mi mayor preocupación y angustia, seguido de las olas y la fuerte lluvia.

Las piernas me comenzaban a doler, así que decidí dar una vuelta alrededor del barco. Definitivamente, estaban todos dentro en sus habitaciones. El barco, realmente, no era muy grande. Lo pude recorrer en unos minutos, como ya había hecho varias veces ese día. Sin embargo, a diferencia de los demás recorridos, esta vez note algo. El viento era mucho más fuerte que en cualquier otro momento y escuchaba algo que golpeaba contra el barco. Seguí el sonido y llegue hasta donde estaba lo que producía aquel sonido: un bote de madera, tapado contra una tela y atado al barco con algunas sogas que no eran suficientes para hacer que el bote se quedase quieto.

En ese momento, me di cuenta que podría escapar y llevarme aquel bote. De todas formas, no habían dado nada más que un solo vaso de agua en todo el día. Si no me mataba la tormenta, me matarían ellos de hambre (o quizás de otra forma). Ese pensamiento, junto con mi intuición y un impulso repentino me llevaron a desatar las sogas. Primero desate la de ambos costados y, antes de subirme, saque la tela que cubría el bote y la deje dentro de él. Luego salte dentro del bote y desate la ultima soga, tirándola hacia dentro como las demás. El bote cayó sobre el agua haciendo un gran ruido y salpicando agua, pero no me preocupe por que seguramente los ruidos de la tormenta apagarían el sonido.

El bote tenía dos tablas de madera como asientos en el medio y en la parte delantera y en la trasera había una tabla, debajo de la cual se podían guardar cosas. Debajo de una había algunas cantimploras (las cuales me alegre de ver, pensando que tenían agua) y debajo de la otra había un cajón de madera cerrado. Decidí dejar esas cosas para después, coloque la tela y la soga debajo de las tablas y tome los dos remos que estaban apoyados sobre el bote para alejarme del barco. Tuve que hacer mucha fuerza para avanzar y controlar el bote que se movía demasiado y era muy inestable con las olas.

Veía que se alejaba el barco, solamente con la luz de la lámpara de petróleo cubierta con vidrio, ubicada cerca de la proa, donde yo había estado casi todo el tiempo. Una vez que me aleje un poco, tanteo en un bolsillo de mi pantalón, mi brújula para intentar ubicarme pero cuando meto la mano para sacarla, escucho un grito detrás mío.

— ¡Ey! ¡Se está escapando!

Era un marinero o quizás el capitán, no se distinguía muy bien de lejos, solo podía ver la lámpara de petróleo que llevaba en la mano y el dedo que me señalaba. Fue entonces cuando me desespere realmente y, con la lluvia torrencial cayendo sobre mí, comencé a remar lo más rápido que podía.

El bullicio que había comenzado en el barco se iba haciendo lentamente más tenue a medida que me alejaba y, de vez en cuando escuchaba un trueno que cortaba aquellos ruidos y esas voces. Estuve así por un largo rato. La lluvia ya había comenzado a apaciguarse y las gotas iban cayendo más lentamente. Pare de remar por el cansancio y mire hacia atrás. Las olas comenzaban a llevar a mi bote a la deriva, hacia un lado y el otro. Eso y ver que el barco ahora era simplemente un punto lejano y no había ningún bote ni alguna señal de que me persiguieran me tranquilizo.


Caí sobre el suelo del bote, boca abajo, por la fatiga. No pude ni siquiera resistirme y el peso de los parpados hizo que cerrara los ojos. Me dormí sintiendo algunas gotas de agua caer sobre mi espalda, con la remera y el pantalón completamente empapados y pegados al cuerpo.

sábado, 13 de septiembre de 2014

The Green Flower and The Grey Day

Las calles estaban vacías, extrañamente para aquellas horas de la tarde. Todavía faltaba para que el sol llegue al horizonte y hacia frió; el cielo estaba nublado y el viento movía las hojas que caían, algunas alejadas de sus árboles. Esa tarde de pleno otoño, sentía más frió del que realmente hacía, a pesar de llevar puesto un saco grande, sobre dos pullovers y una bufanda alrededor del cuello, sentía que el pecho se le congelaba.

El único sonido que se escuchaba en la calle era el de las hojas moviéndose al compás del viento. Los arboles de las calles estaban casi secos ya y las veredas estaban cubiertas de hojas de marrones hasta amarillos y flores, casi desteñidas. Esa mañana había llovido y quedaron algunos rastros de humedad, ya que el sol había estado tapado por las nubes grises durante todo el día. Esa noche habría una tormenta.

Aquellos montones de hojas siempre le había provocado alguna sensación que siempre entendió: los días que se sentía feliz pasaba sobre aquellos montones de hojas para escuchar el crujido de las hojas sobre sus pies y, los días que estaba triste simplemente miraba las hojas y sonreía levemente, acompañando su mirada de un pensamiento melancólico que quizás solo el entendía. Sin embargo, aquel día no llegaba a entender lo que sentía y solamente le echo una mirada a las hojas, sin ninguna expresión, y continuo caminando con la cabeza mirando hacia el suelo, tratando de levantarla cada tanto.

Cuando llego hasta el gran árbol se detuvo y miro hacia arriba. En aquel árbol fue donde había encontrado, hacía ya mucho tiempo una extraña flor verde, brillante. Al principio y por mucho tiempo no le dio mucha importancia pero, hacía ya unos cuantos meses, comenzó a resaltar más y con el tiempo se convirtió en imposible para el no pararse a mirarla. Esta vez, al levantar la cabeza no encontró ningún rastro de aquella flor, se había ido. No le dio mucha importancia a esto, tenía la intuición que era casi una certeza que volvería a aparecer, justo donde estaba.

Una ventisca lo distrajo y lo hizo mirar hacia el otro lado de la calle, donde el viento movía unos cuantos pétalos color rojo escarlata que seguía, allí más lejos, a la flor verde, que se alejaba. El solo se quedó mirando mientras las ventiscas, a la vez que arrastraban los pétalos y la flor, le helaban el cuerpo completo. Ya se había acostumbrado a aquellas extrañezas y no le pareció más raro que aquella gran flor verde dejara pétalos rojos, lo sabía desde la primera vez que se quedó parado tanto tiempo junto al árbol y aún conserva, aunque un poco descolorido ya, el primer pétalo que soltó, junto al recuerdo del  calor que sintió al tomarlo antes de que cayera al suelo.

Su casa estaba llena de aquellos pétalos, pero solo le servían para recordar el momento que los tomo ya que, la mayoría, ya no le hacían sentir nada más que con el recuerdo, por más pequeño y corto que sea. También recordaba los días que la flor bajaba y él podía rozarla mientras caía, suavemente. Todo esto pasaba por su mente en ese momento, la veces que pudo acariciar a aquella flor, tenerla entre sus brazos y sentir aquella extraña sensación de calor en el pecho, mucho más que con sus pétalos, todos estos pensamientos pasaban por su cabeza y bajaban hasta su pecho, para congelarse y hacerle sentir el frió.

Aun así sabiendo, teniendo la certeza que aquella flor volvería, los pensamientos de tener que soportar el frió paralizante durante tanto tiempo lo atormentaran. En un momento pensó salir corriendo a buscarla, pero había algo que lo detenía, un pensamiento quizás. Aun así no había visto a nadie en la calle durante largo tiempo que había caminado hasta allí, un montón de personas que caminaban, al parecer cada una por su cuenta (aunque algunas personas iban en grupo) parecían seguir a la flor durante su camino. Entonces ahí descubrió por que no iba a salir corriendo, aunque tanto lo deseara quizás hasta mucho más que aquellos que estaban a su alrededor.

Algunas de esas personas tomaban algunos pétalos pero, al parecer, otras no. Aquello de cierta forma le dio un poco de esperanza. Ya no se veía casi nada, la flor se había alejado demasiado y solo se distinguía un punto verde a la distancia. La gente se había quedado más atrás pero, aun así, seguían estando más cerca que él. Jamás había estado en alguna situación parecida y solo sentía frio y algo que podría ser tristeza, junto con mucha confusión.


Resignado, no tuvo otra opción que seguir que caminado, solo y entre el viento, acompañado únicamente por el frió.

viernes, 14 de marzo de 2014

The Ship [TLH (2)]




El barco se balanceaba entre las pequeñas olas. Detrás se empezaban a ver, muy a lo lejos, otros barcos que se dirigían a otros lugares. Para mí siempre fue una imagen tranquilizante la del vaivén de los botes y el suave sonido de las olas al chocar contra la madera. Siempre que observo el mar, me olvido de todo lo demás: no existe otra cosa más que aquella gran masa de agua. En aquel momento, empecé a tener sueño y mis ojos se entrecerraban. Luego de un tiempo, el barco ya estaba a punto de llegar a la orilla, en un lugar muy cerca del faro.  En ese momento no le di importancia pero era muy extraño que un barco parase allí.

Salí al balcón del faro y llegue hasta el sillón donde me recosté y seguí con los ojos un bote que había salido del barco, el cual había anclado a algunos metros de la costa. En el estaban cinco personas, que no llegue a distinguir muy bien.

El cansancio se estaba apoderando de mí y, casi sin querer cerré los ojos. Entonces, solo escuchaba las olas que rompían contra las rocas y habían empezado a ser cada vez más fuertes. En el fondo también escuchaba el sonido de los remos al entrar y salir del agua. El bote debía estar bastante cerca, pero yo no me había dado cuenta. Finalmente, el sueño me venció


Cuando me desperté, estaba tapada con una frazada polar verde, una de las que estaban en el almacén. Me había quedado dormida en el sillón, fuera del faro. Cuando abrí los ojos ya estaba amaneciendo, el sol ya iluminaba el mar, calmo y totalmente vacío. El barco ya se había ido, pero… « ¿Qué habrán estado buscando? ¿Por qué bajaron en un bote? “pensé. De repente, recordé a Mirek, me levante de golpe, tirando la frazada a un lado y corrí hacia el interior del faro.

La habitación estaba completamente desordenada y los muebles destruidos. La puerta estaba partida a la mitad, apoyada contra la pared y rodeada de astillas. El almacén estaba vacío y solo quedaban un par de bolsas con frutas y verduras desparramadas por el piso. Había dos sillas tiradas en el piso junto con una mesa, todo rodeado de vidrios rotos.


Cuando me di cuenta de lo que había pasado, comencé a llorar. Todo el trabajo que había empeñado su padre en construir aquel faro, hace tanto tiempo, los recuerdos que había guardado en el almacén por mucho tiempo… todo había desaparecido o había sido destruido. Y Mirek… aún no había terminado de conocerlo, pero me caía muy bien. Entonces, intente recordar cómo era la primera vez que lo vi: llevaba unos pantalones largos y un abrigo negros. Tenía el pelo un poco corto y castaño pero, algo que nunca voy a olvidar van a ser sus ojos grises…