Un grupo compacto de nubes que parecían formar una muralla
gigante surgía desde el océano, ocultando el sol que estaba cayendo. No veía este tipo de imágenes muy frecuente y
solamente se presentaban a veces después de una tormenta. Sin embargo, siempre
que la veía me daba la misma sensación de estar atrapada, rodeada por un grupo
de montañas unidas que parecían formar un muro con la punta recta. Me hacía
sentir un poco angustiada aquella imagen, junto con la oscuridad que comenzaba
a abarcar todo el cielo. Aun así estaba sonriendo mientras veía, justo arriba
del gran muro de nubes, la primera estrella que brillaba.
Comenzaba a sentir el frió que traía el viento todas las
noches, pero tenía un par de brazos que me abrazaban, mientras estaba sentada
en el suelo rocoso cerca de la casa, y un hombro donde apoyar mi cabeza, lo que
hacía que no sintiera más que calor en mi pecho, el calor que producía mi corazón
al sentirse tan lleno.
Baje la mirada hacia las rocas del suelo y con tristeza recordé
lo que había pasado la noche anterior. Subí mi cabeza para encontrarme con los
ojos marrón claro de Aarón e intente dibujar una sonrisa en mi cara que
denotaba un poco de tristeza. El subió uno de sus brazos hasta mi mejilla
mientras con el otro brazo acariciaba mi mano. Acerco su cabeza hacia la mía,
lentamente, y comenzó a besarme. Era todo lo que necesitaba, desocupar aquel
espacio de preocupación y tristeza para ocuparlo con amor, no hacían falta
palabras, Aarón lo sabía perfectamente. Por un momento sentí como el calor de
mi pecho subía y se expandía, sentí como me alejaba de aquella realidad para
pasar a estar en un mundo perfecto, donde solo estábamos nosotros dos.
El se levanto bajando la cabeza (y yo levantando la mía, al
verlo pararse), cuando nuestros labios se separaron el me ayudo a levantarme y
me abrazo fuerte, rodeándome con sus brazos y aislándome del frió con su
cuerpo.
— ¡Ya está la cena! —escuche
gritar a mi padre desde la ventana de la cabaña de piedra, mientras nos miraba
y sonreía con la cabeza un poco inclinada.
—Vamos, seguramente ha preparado
tu sopa de fideos favorita —siempre lo hacía cuando veía que estaba triste o
preocupada—. Te prometo que mañana recorreremos la zona del faro junto. De
todos modos, aun no le digas nada a tu padre, yo lo convenceré para que nos
deje quedarnos todo el día allí.
Rodee su cuello con mis brazos y
le di un beso en los labios, terminándolo con una gran sonrisa. Lo mire a los
ojos, luego tome su mano y fuimos corriendo hasta dentro de la cabaña.