sábado, 13 de septiembre de 2014

The Green Flower and The Grey Day

Las calles estaban vacías, extrañamente para aquellas horas de la tarde. Todavía faltaba para que el sol llegue al horizonte y hacia frió; el cielo estaba nublado y el viento movía las hojas que caían, algunas alejadas de sus árboles. Esa tarde de pleno otoño, sentía más frió del que realmente hacía, a pesar de llevar puesto un saco grande, sobre dos pullovers y una bufanda alrededor del cuello, sentía que el pecho se le congelaba.

El único sonido que se escuchaba en la calle era el de las hojas moviéndose al compás del viento. Los arboles de las calles estaban casi secos ya y las veredas estaban cubiertas de hojas de marrones hasta amarillos y flores, casi desteñidas. Esa mañana había llovido y quedaron algunos rastros de humedad, ya que el sol había estado tapado por las nubes grises durante todo el día. Esa noche habría una tormenta.

Aquellos montones de hojas siempre le había provocado alguna sensación que siempre entendió: los días que se sentía feliz pasaba sobre aquellos montones de hojas para escuchar el crujido de las hojas sobre sus pies y, los días que estaba triste simplemente miraba las hojas y sonreía levemente, acompañando su mirada de un pensamiento melancólico que quizás solo el entendía. Sin embargo, aquel día no llegaba a entender lo que sentía y solamente le echo una mirada a las hojas, sin ninguna expresión, y continuo caminando con la cabeza mirando hacia el suelo, tratando de levantarla cada tanto.

Cuando llego hasta el gran árbol se detuvo y miro hacia arriba. En aquel árbol fue donde había encontrado, hacía ya mucho tiempo una extraña flor verde, brillante. Al principio y por mucho tiempo no le dio mucha importancia pero, hacía ya unos cuantos meses, comenzó a resaltar más y con el tiempo se convirtió en imposible para el no pararse a mirarla. Esta vez, al levantar la cabeza no encontró ningún rastro de aquella flor, se había ido. No le dio mucha importancia a esto, tenía la intuición que era casi una certeza que volvería a aparecer, justo donde estaba.

Una ventisca lo distrajo y lo hizo mirar hacia el otro lado de la calle, donde el viento movía unos cuantos pétalos color rojo escarlata que seguía, allí más lejos, a la flor verde, que se alejaba. El solo se quedó mirando mientras las ventiscas, a la vez que arrastraban los pétalos y la flor, le helaban el cuerpo completo. Ya se había acostumbrado a aquellas extrañezas y no le pareció más raro que aquella gran flor verde dejara pétalos rojos, lo sabía desde la primera vez que se quedó parado tanto tiempo junto al árbol y aún conserva, aunque un poco descolorido ya, el primer pétalo que soltó, junto al recuerdo del  calor que sintió al tomarlo antes de que cayera al suelo.

Su casa estaba llena de aquellos pétalos, pero solo le servían para recordar el momento que los tomo ya que, la mayoría, ya no le hacían sentir nada más que con el recuerdo, por más pequeño y corto que sea. También recordaba los días que la flor bajaba y él podía rozarla mientras caía, suavemente. Todo esto pasaba por su mente en ese momento, la veces que pudo acariciar a aquella flor, tenerla entre sus brazos y sentir aquella extraña sensación de calor en el pecho, mucho más que con sus pétalos, todos estos pensamientos pasaban por su cabeza y bajaban hasta su pecho, para congelarse y hacerle sentir el frió.

Aun así sabiendo, teniendo la certeza que aquella flor volvería, los pensamientos de tener que soportar el frió paralizante durante tanto tiempo lo atormentaran. En un momento pensó salir corriendo a buscarla, pero había algo que lo detenía, un pensamiento quizás. Aun así no había visto a nadie en la calle durante largo tiempo que había caminado hasta allí, un montón de personas que caminaban, al parecer cada una por su cuenta (aunque algunas personas iban en grupo) parecían seguir a la flor durante su camino. Entonces ahí descubrió por que no iba a salir corriendo, aunque tanto lo deseara quizás hasta mucho más que aquellos que estaban a su alrededor.

Algunas de esas personas tomaban algunos pétalos pero, al parecer, otras no. Aquello de cierta forma le dio un poco de esperanza. Ya no se veía casi nada, la flor se había alejado demasiado y solo se distinguía un punto verde a la distancia. La gente se había quedado más atrás pero, aun así, seguían estando más cerca que él. Jamás había estado en alguna situación parecida y solo sentía frio y algo que podría ser tristeza, junto con mucha confusión.


Resignado, no tuvo otra opción que seguir que caminado, solo y entre el viento, acompañado únicamente por el frió.

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